No importa el nivel de inteligencia. Sin entrenar la capacidad de pensar de manera crítica y estructurada sobre las emociones, las habilidades intelectuales no serán suficientes para lograr el equilibrio que permita una buena gestión del estrés. A menudo, el enfoque emocional se relaciona equivocadamente con la vulnerabilidad y esta creencia ha separado erróneamente las emociones de la inteligencia. De esta manera, la búsqueda de la tranquilidad se ha focalizado en soluciones externas para lidiar con el estrés creyendo que aliviando los efectos, se aliviará a causa.
La creencia de que una persona inteligente puede manejar su vida por sí misma a menudo la lleva a refugiarse en alimentos ricos en azúcares y procesados para lidiar con el estrés. Este comportamiento está relacionado con la liberación de cortisol, la hormona del estrés, que aumenta el apetito y genera antojos por alimentos que estimulan el sistema de recompensa del cerebro. Como resultado, se ha observado un aumento en casos de diabetes tipo 2 y obesidad, condiciones vinculadas al consumo excesivo de estos alimentos tóxicos para el bienestar físco, intelectual y emocional.
Del mismo modo, ha aumentado el número de personas con presión alta y problemas coronarios, en muchos casos, derivado del consumo excesivo bebidas que entregan más energías, de alcohol, consumo de drogas , entre otros. Todas ellas obedecen a una respuesta natural al estrés y que encuentra vías de escape en soluciones externas rápidas y “fáciles”. Desafortunadamente, todas ellas fallan en abordar la raíz del problema: la mente.
Lo paradójico es que la inteligencia que ignora la capacidad de integrar la cognición y emociones de manera simultánea, queda al libre albedrío de lo que otros quieren de ellos a nivel interno de su organización como en el entorno externo. Todo apunta al consumo en todas sus formas. Desde la capacidad de producir consumida por la organización hasta el entrono social que ofrece éxito y felicidad al corto plazo como “ los 100 lugares a conocer antes de morir”, “las 5 inversiones que debes hacer antes de los 30”, "las experiencias que cambiarán tu forma de ver el mundo", entre otras. Toda esa presión sobrecargan la mente, colocando presión y generando ansiedad que termina en reflejarse en los problemas mencionados en el párrafo anterior.
En esa dinámica, las personas pierden su autonomía y , sin darse cuenta, siguen la creencia que una solución externa les ayudará a alcanzar un éxito. Este éxito lo asumen como generado de manera intrínseca, pero en un análisis más profundo, da cuentas que es un éxito que otros han determinado para ellos. Y más allá del poder de lo externo en la mente, es la subyugación a la ansiedad constante.
Existen habilidades emocionales que son propias y necesarias de los cargos directivos, pero no escapan al entramado emocional que los dirige. Por ejemplo, características como:
Perfeccionismo
Muchas personas inteligentes y exitosas son propensas a establecer expectativas extremadamente altas para sí mismas y así exigen a su entorno. Si bien, el perfeccionismo es fundamental en situaciones donde la ejecución de una tarea involucra riesgos de vida o muerte, se torna contraproducente cuando carece de flexibilidad en tareas cotidianas o que permiten un margen de imperfección aceptable. En esta última situación, lo más probable, es que ese perfeccionismo en exceso está dirigido por rigidez mental, miedo al fracaso o una escasa tolerancia a la frustración. Esto lleva a las personas a tener una constante ansiedad por cumplir o superar esas expectativas, tanto en el ámbito personal como profesional. El perfeccionismo puede convertirse en una trampa que les impide sentirse satisfechas con sus logros, lo que provoca un ciclo de estrés continuo y temor a no estar a la altura.
Control
Los altos cargos de dirección requieren de mucha responsabilidad y eso se proyecta también a todas las áreas de la vida, lo que lleva a los directores a una necesidad constante de controlar todos los aspectos, tanto en el trabajo como en la vida personal. La creencia que los otros no harán las cosas de la misma forma o con el mismo nivel, les impide delegar lo que se traduce en ansiedad cuando las situaciones escapan de su dominio. Esto se desprende probablemente por una sobreestima de la capacidad de control o de alta inseguridad en la gestión para dar rápidas respuestas a lo impredecible.
Autosuficiencia
Las personas que creen que todo lo pueden resolver por sí solos, están guiados por la creencia que pedir ayuda es ser vulnerable. Este patrón de autosuficiencia puede intensificar la ansiedad porque, en lugar de buscar apoyo, se aíslan y lidian solos con sus problemas emocionales. Al no permitirse mostrar vulnerabilidad, la ansiedad sigue creciendo en silencio. Por el contrario, la persona que pide ayuda proyecta una resiliencia natural de reconocimiento de sus límites y pide ayuda para asegurarse que nada le impida llegar a su objetivo.
Por otra parte, el exceso de información y el ritmo acelerado de vida profesional generan una sobrecarga cognitiva en estas personas. Dado que están acostumbradas a manejar múltiples tareas y problemas complejos, a menudo sienten que no pueden desconectar. La incapacidad para relajarse o tomar pausas mentales conduce a un estado de ansiedad persistente, donde la mente está constantemente activa, sin tiempo para recuperarse. Ello conlleva a un estado de ánimo irritable, carete de paciencia derivando en respuestas intolerantes y a veces, agresivas, sin obviar el impacto en la salud física.
A pesar de que las personas se sienten a sí mismas, ampliamente racionales, la sintomatología presentada evidencia emociones como el miedo, la culpa, la frustración, el agotamiento y, en última instancia, una sensación de vacío emocional. La incapacidad para delegar y la tendencia a controlar todas las áreas de su vida refuerzan estas emociones, creando un ciclo de ansiedad difícil de romper sin el entrenamiento adecuado en habilidades cognitivas y emocionales.
El primer paso es comprender que emociones y cognición actúan siempre juntos, en distintas proporciones y de acuerdo a un contexto. Lo segundo es asumir que cualquier proceso de autodescubrimiento y de reprogramación cognitiva toma tiempo, ya que es necesario generar un cambio de hábitos. Esto es posible gracias a la cooperación consciente de las personas interesadas y de la experticia del terapeuta para entregar los mecanismos cognitivos y motivacionales necesarios que lo hagan posible.
Atreverse a descubrir y conocer las emociones que actúan en cada uno de nuestros comportamientos ayuda a generar una vida más autónoma, liberada de influencias de consumo externo. La autonomía no consiste en hacer lo que se quiere sino que en tomar decisiones de manera consciente, que sean propias y fundamentadas de acuerdo a las situaciones existentes. Realizar un enfoque hacia lo interno, permite desarrollar esas competencias generadoras de una vida en equilibrio, independiente de las circunstancias.
Referencias:
World Health Organization. (2024). Obesity and overweight. World Health Organization. https://www.who.int/news-room/fact-sheets/detail/obesity-and-overweight
Stockman, J. A. (2006). Fast-food habits, weight gain, and insulin resistance (the Cardia Study): 15-year prospective analysis. Yearbook of Pediatrics, 2006, 422–424. https://doi.org/10.1016/s0084-3954(07)70250-6
Alsunni, A. A. (2015). Energy drink consumption : Beneficial and adverse health effects. International Journal of Health Sciences, 9(4), 459–465. https://doi.org/10.12816/0031237
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